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PINCHANDO GLOBOS

Con mi amigo el Ing. Jorge Chapas, colega del Movimiento Cinco Reformas, hicimos una lista de “globos”. Son fantasías políticas a las que se aferran muchos ciegamente, sin base en la realidad, al menos de las maneras equivocadas en que son creídas y defendidas con pasión digna de mejor causa, y ligadas a sus respectivas “pomadas milagrosas”curativa.

Los hay en demasía, y la lista es extensa; por eso este escrito es algo largo. Se distribuyen en 15 puntos; y son sólo los más comunes, y más dañinos, porque tienen el poder de apagar y anular el sentido común, o sea la capacidad de captar fielmente la realidad. Por eso hay que pincharlos.

“El sentido común es el menos común de los sentidos”, se dice. No es verdad; ese es el primer globo para pinchar. El sentido común es la inteligencia práctica, “juicio”, que todos tenemos. Pero el estatismo trae problemas tan insoportables, que las personas se “agobian” o “atribulan”. Y caen en “estrés”, que el DRAE define como “estado de cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento muy superior al normal; suele provocar diversos trastornos físicos y mentales”. Asimismo, como “tensión provocada por situaciones agobiantes que originan reacciones psicosomáticas o trastornos psicológicos a veces graves”. Así el juicio se pierde, el buen juicio ya no es “sano juicio”, y el sentido común se hace excepcional.

En el Evangelio de Mateo, Jesús habla del estrés: “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre (…) Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo (…); y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.(27-30)

Informa también el indispensable diccionario que el estrés, “en biología, es el conjunto de alteraciones que se producen en el organismo como respuesta física ante determinados estímulos repetidos, como por ej. el frío, el miedo, la alegría, etc.” Mira lo que hacen con “la pandemia” los estatistas de nuestros países, junto con los del “globalismo” internacional: repetidamente nos meten miedo, una de las más básicas y primitivas respuestas emocionales, para neutralizar así nuestra capacidad de atención racional.

Masivamente, para que el miedo sea colectivo, tribal, induciendo “pensamiento de grupo”, anulando así nuestra individualidad. Y le llaman “entrenamiento social”. Quieren dejarnos listos para obedecer todas y cada una de sus órdenes y voces de mando, en manada y sin pensar, como animales, aunque éstas sean irracionales, absurdas, arbitrarias, caprichosas y sin fundamento.

La inseguridad y el dinero que no alcanza traen desesperación; y los desesperados se aferran a sus globos, creyendo ver en ellos un fácil, rápido e inmediato camino de salida. Los globos ciegan, obnubilan; refuerzan al estrés, en la inhibición del sentido común. Así, no se puede captar fielmente la realidad.

Hay un fenómeno intrigante: muchas personas hacen pleno uso de un grado apreciable de sentido común en el abordaje y manejo de sus asuntos personales y familiares, laborales, de negocios, estudios, etc. Sin embargo, no es igual, con esas mismas personas, en el terreno de la política: caen presa de las ideas de las izquierdas, o de otras aún más estrafalarias. ¿Por qué? Simple: porque en sus asuntos privados no tienen “globos”, pero tratando de asuntos públicos, compran cantidad de globos políticos, de todos los colores.

​​​​​​I

(1) “¡La corrupción es el problema!” Rey de los globos, el más viejo y universalmente difundido. Los liberales repetimos que el problema real y de fondo es el estatismo: el inmenso poder arbitrario de intervención de los gobiernos en todos los aspectos de la vida diaria de los particulares. El “tráfico de influencias”, y otras inmoralidades de los funcionarios todopoderosos, son apenas el síntoma. Al igual que otras, esta fantasía trae consigo su “poción mágica”, para sanación inmediata: “¡Ya no más impunidad! ¡Los corruptos a la cárcel! ¡Cambiemos el método de selección de los jueces!”

Mira: los “tribunales populares” bajo Stalin y Mao, mandaban fusilar a los burócratas coimeros; y la corrupción no cesó, ni aquel estatismo radical dio los resultados prometidos. Y en nuestros países, la ola de “histeria anticorrupción” trajo la política judicializada y “despolitizada”, el “lawfare”, incriminando al rival por ser “delincuente”, y no por sus políticas. Así se esfumaron el cuestionamiento y el debate sobre malas políticas, cuya sustitución se decretó “imposible”, diciendo que la política es “el arte de lo posible”. Y ese es otro globo retórico, útil para justificar cochinadas politiqueras.

¿Pero qué es la política? El arte (y ciencia) de hacer posible lo que es justo, oportuno y necesario en el interés público, por medios pacíficos y racionales: consenso para los acuerdos sobre los procedimientos, en la Constitución; y democracia o voto de mayoría para los desacuerdos sobre leyes y medidas en temas sustantivos. Y entre las reglas de la democracia cuentan: (i) el ganador respeta al perdedor; (ii) y éste admite su derrota; (iii) el primero puede revertir las políticas en curso, con las mayorías requeridas.

Mas hoy el ganador quiere al perdedor en la cárcel, por eso éste no admite su derrota, y alega trampa electoral casi siempre; así se añade la histeria antifraude. Como las políticas del marxismo clásico se postulan irreversibles e indiscutibles, y las reformas de fondo se ven “políticamente inviables”, ¿qué se discute? Las quejas de corrupciones y fraudes; y las “narrativas” de la agenda marxista cultural de la galería de supuestas “víctimas”: mujeres, homosexuales, la Madre Tierra y los animales, indígenas, etc., “ofendidos” e “indignados” por los “discursos de odio”; tal es la “corrección política”. En un emocional y enrarecido ambiente de furia y crispación, pleno de moralinas “éticas”, con el “victimismo” y correlativa criminalización de supuestos victimarios (como “los corruptos” o “el patriarcado”), ya no hay más el uso comedido de los recursos políticos para mudar lo que está mal, precedido de un debate racional, con hechos y argumentos que puedan ilustrar e iluminar el sentido común.

(2) “Los partidos son el problema”. Este globo es hijo del anterior. Se dijo que “los partidos encubren a los corruptos”; y la pomada milagrosa era: “cero listas sábanas, votar por candidatos independientes”. Y llegaron los “independientes”: sin partidos ni responsabilidades, sin programa, doctrina o principios para ahorrar al elector sus costos de información, ni el deber de fijar con claridad sus posturas de izquierda o derecha, y siguiendo solamente el “marketing” según los vaivenes de las encuestas, muchos resultaron ser más corruptos e incompetentes que los “partidistas”. Y las cosas no mejoraron.

(3) “¡Es que ya no hay izquierda ni derecha!” Esta falsedad permitió a las izquierdas ocultar su identidad, y asegurar su hegemonía, sometiendo a las derechas acomodaticias y cobardes, a través de la infiltración, en todos los partidos, de las ideas marxistas clásicas y estatistas en la economía, salud y educación, etc., acatadas como pensamiento único y con fuerza de ley. Creó el clima para el “Pacto Social” de empresarios mercantilistas con políticos y sindicaleros de izquierda, con leyes malas “proteccionistas” junto a las “de justicia social”, a las que hoy suman las del marxismo cultural, impuestas desde el poder.

Derecha es orden, justicia y libertad; y en esa secuencia, pues no hay libertad sin justicia, ni justicia sin orden. Pero predomina hoy una derecha mala, que traiciona sus principios. Izquierda es todo lo contrario: desorden, injusticia, y opresión. No son opciones simétricas, como pollo y pescado; son asimétricas, como comida y veneno, vida y muerte. Y la Biblia trae un mandato: “¡Elige pues la vida!” (Deuteronomio 30:19).

¿Y por qué triunfa la izquierda? La razón de más peso: quien pone el tema en el tablero, ya medio gana la partida. El juego político es desparejo porque desde hace más de 100 años casi siempre es la izquierda la que avanza sus destructivas medidas: banco central, reforma agraria, expropiaciones de empresas, “renta básica universal”, aborto o lo que sea, edulcoradas con palabrerío bonito. Y la derecha, en el mejor de los casos, se limita a sólo responder, no siempre con estrategia, aceptando así la agenda, y en plan de mera defensa, sin oponer propias propuestas en plan de ataque. De este modo no va a ganar; a la larga sólo le cabe perder.

(4) “Debería haber una ley…” Leyes sobran, las hay por toneladas, y hasta se juzga la “productividad” de un Congreso por el número de leyes que expide al año como chorizos. Tenemos un Catálogo muy nutrido y variado de leyes malas, la encarnación del sistema. Para derogar, y con suma urgencia.

(5) “La política y los políticos son el problema”. Este globo es hijo del 1 y nieto del 2. Y tampoco es cierto: hace mucho tiempo que los políticos profesionales ya no estamos al frente de la política, ya desaparecida, y lo que hay en su reemplazo es pura “politiquería” (voz felizmente aceptada por el DRAE).

Con el globo de “¡quiero ciudadanos, no políticos!” fuimos desplazados por toda suerte de ignorantes advenedizos y arribistas, descolgados de variopintos oficios: el “periodismo” turbio, la música popular, el espectáculo y el deporte, hasta la industria de la pornografía. Por eso, de la “política” seria ya ni hablar se puede, y sólo se oye el ruido ensordecedor de la politiquería: chisme intrascendente, “denuncia”, foto (o video) y serie continua de escándalos pasajeros, como en el circo: hay animales, payasos, e ilusionistas.

La gente cree que esta parodia es la política, y por eso la detesta, con razón, pero errando el blanco. Las pomadas milagrosas son: “¡Bajar sus sueldos a congresistas; recortar sus períodos; quitarles inmunidades!” No amigos, esas no son las salidas. Sigamos con los globos de los estatistas.

​​​​​​II

(6) “Falta planificación”. Pero los escritorios de las burocracias desbordan con toneladas de carpetas llenas de “planes”, y muchos se ejecutan, y sufrimos sus pésimos resultados. Y entonces viene otro globo estatista: “¡Lo que falta es voluntad política!”. Pero la tal “voluntad”, política o no, suele ir en contra de las leyes descriptivas de la vida social, como por ejemplo las de la economía: oferta y demanda, rendimientos decrecientes, costos de oportunidad y marginales, etc., naturales e inescapables como las descriptivas de la naturaleza física o química.

(7) “El problema es el narco”; sí, terrible, pero no viene de la adicción sino de la Prohibición, que como aquella “ley seca” de los años ’20 en EE.UU., choca con una de las leyes prescriptivas de la vida social: no todo vicio debe ser delito; los resultados no buscados pueden ser catastróficos.Despenalizar no es “mal menor” sino buena política: permite tratar el caso con sus remedios idóneos, no los policiales del Estado, sino los médicos, psicológicos, y también espirituales (¿por qué no?) de los particulares.

Igual es con la prostitución, la que, en el colmo de insensatez y por presión “feminista”, ahora etiquetan como “la trata de personas”, y en esa categoría la ubican, junto con el secuestro extorsivo, ¡y el trabajo migrante! Mezcla absurda.

(8) “Hay que votar al mal menor”. Falso, porque el “mal menor” es la derecha mala, cobarde, ignorante, incapaz y muchas veces corrupta, que nunca hace las cosas “bien”; por eso fracasa, y tras su fracaso, aparece (o reaparece) el mal mayor, que es la izquierda, llenando el vacío. Y todo empeora.

La única solución real contra la izquierda es la derecha; pero con un programa de reformas, capaz de éxito, generando suficiente seguridad, justicia, obras públicas, riqueza, empleo, e ingresos bastantes y oportunidades para todos. Pero eso es con partidos y en democracia. Sin globos, como por ej. el de los “oradores motivacionales” (cristianos o humanistas), que engañosamente prometen la prosperidad, pero sin cambiar el sistema empobrecedor y agobiante, lo cual no es posible, al menos para todos. Pero esto ellos omiten cuidadosamente.

(9) “¡A la calle! ¡A convocar una marcha por las redes!”Angustiados, muchos se ilusionan con estos experimentos en democracia directa (“directismo”). Pero si los remedios reales, que son privatizar, desregular, y abrir los mercados a la competencia, no se aplican oportunos, y por los idóneos canales institucionales, los males no quedan “estables” sino que se agravan: esta es la ley de la entropía social y política. Los canales son democracia representativa, política parlamentaria, y partidos de derecha, ahora echados a perder, como la prensa, universidades, y diputados que se representan sólo a sí mismos. De las marchas sólo queda el cansancio. Y las redes, que nosotros usamos mucho, reclutando adherentes, para el resto es poco más que catarsis, ya que son los jefazos del sistema los que tienen la sartén por el mango.

(10) “Quiero ser alcalde”. Mira, en el estatismo el poder es altamente centralizado. Si eres electo, y algo bueno quieres hacer por tu municipio, las leyes malas te lo van a impedir, y a enredar en una montaña de papeleo, o en alguna oculta red de corrupción, y puedes terminar en la cárcel. Más te vale que postules al Congreso, y si ganas una banca, promover la derogación de las leyes malas, y las reformas estructurales a cargo del Ejecutivo, habilitado por el Parlamento. El Municipio es para comenzar una carrera política; pero sólo si hay tal cosa, en un marco institucional y político con un mínimo de orden y garantías liberales. Como ya no existe nada de eso, no es aconsejable, por no ser oportuno ni prudente.

(11) “¡Que venga un Pinochet!” Este globo es de la buena gente nuestra, enojada con la derecha mala, con justa razón.Pero lo real es que ya no existen aquellos militares anticomunistas de la “Guerra Fría”, que daban golpes de Estado, y presidían Gobiernos de facto; a los sobrevivientes los metieron las izquierdas en la cárcel, para escarmiento. Y los militares actuales están adoctrinados, comprados y/o atemorizados (y casi desarmados) por las izquierdas.

La política puede vencer a las pistolas, ametralladoras y tanques; pero sólo si es inteligente. Hay dos tipos de casos harto ilustrativos, con signos opuestos, para aprender: (i) Los comunistas casi siempre han sido más inteligentes que los dictadores de derecha; y por eso los quitaron.

(ii) En los países de Europa Central y Oriental y contra las tiranías comunistas, la resistencia a cargo de los socialdemócratas y la centroizquierda fue muy obtusa desde los ’50 a los ’70, durante 30 largos años de huelgas, marchas y “acciones de calle”, que sólo produjeron represión, sangre y muertos en vano. En los ’80 en cambio, llegaron los liberales, con propuestas de capitalismo para el bienestar, como en Occidente, y ganaron así el apoyo popular para las reformas de fondo. Entonces presionaron con inteligencia, y fueron capaces de obligar a las izquierdas a pactar salidas negociadas, para elecciones libres y limpias, a cambio de una promesa a los comunistas: no linchamientos; físicos, mediáticos o judiciales extremos. En algunos otros países, asiáticos y africanos, parece que aprendieron la fórmula.

Otra fantasía de esa misma índole, incitando al uso de la fuerza y la violencia: “¡Hay que prohibir los partidos comunistas!” Ya lo hicieron algunas dictaduras militares aquí en los ‘70, y en algunos países ex comunistas. Pero como no hubo una derecha buena para vencerlos en competencia democrática, como debe ser, luego regresaron, con otros nombres y disfraces.

La única senda para reformas de fondo son nuevos partidos políticos de la derecha, reuniendo a los sectores liberales con los cristianos conservadores: el “fusionismo”, para ganar apoyo, visibilidad, fuerza, y peso. Para poder aplicar a futuro esa misma fórmula. Lo demás son globos.

¡Ah! Pero en estos dos campos hay otros globos, específicos de ambas categorías: liberales y cristianos que al parecer han relegado mucho el uso del sentido común, como aquellos que se limitan a ser sólo unos fanáticos seguidores (“porristas”) de ciertos divas y divos de YouTube, los que a su turno sólo aspiran a sumar “likes” y “reproducciones” para promover sus conferencias y libros.

Pinchemos estos globos, en los sectores sedicentes liberales (sección III), y cristianos (sección IV).

​​​​​​III

(12) “El socialismo no funciona”. Funciona muy bien, para ellos, los socialistas, y es lo único que les interesa. Son cada día más ricos, más poderosos, y mejorando habilidades; y nosotros, la gente, más empobrecidos, más esclavizados, más atontados y paralizados por los trucos de la propaganda mentirosa, y despojados de recursos. No vemos su éxito, porque no consideramos los verdaderos objetivos y fines reales de las izquierdas, sino sus “globos”, como “un mundo más justo”, como “la salud y educación gratis”, etc., que es la retórica del socialismo, no su realidad. Y sus globos maestros, cuando se mencionan los casos de Cuba o Venezuela: “¡Es culpa del imperialismo”; o “¡ese no es verdadero socialismo!”

(13) “Hay que difundir las ideas de la libertad”, otro globo. La Sociedad Mont Pelerin y sus “tanques de pensamiento” lo hacen continuamente, y desde hace más de 70 años, con abundante profusión de recursos financieros, prácticamente tirados a la basura, porque desprecian e ignoran la actividad política. ¿Qué lograron con eso? Las izquierdas hacen política 24/7, sin contrapeso alguno en ese campo, que por eso lograron dominar ampliamente, y manejan como “suyo”. Con su monopolio, por falta de competencia.

(i) “Es que primero hay que cambiar la cultura”, nos dicen. “Y eso lleva mucho tiempo”. Son globos, pretextos para justificar la falta de resultados. Sectarios de la “Escuela Austríaca”, desconocen a los “neoinstitucionalistas” (Premio Nobel Douglass North), quienes explican algo que está en la Biblia: son las leyes e instituciones las que ponen los estímulos, recompensas y castigos, para cambiar la conducta, y así se hacen los buenos hábitos, y cambia la cultura. Y apegados exclusivamente a la economía, desconocen a los maestros de las Ciencias Políticas (Robert Dahl, Giovanni Sartori), quienes muestran como los partidos políticos son agentes de cambio cultural, con el ejemplo de los partidos de izquierda, que nos imponen sus cambios culturales mediante sus organizaciones políticas.

(ii) Otro: “El Gobierno es el problema”; y la pomada es el “anarcocapitalismo”. Es contradictorio, porque “anarquía” es caos y el desorden, propios de la izquierda; y “capitalismo”, propio de la derecha, es orden económico que surge espontáneamente del ejercicio del derecho de propiedad en un mercado libre, si y sólo si hay Gobierno limitado. Un sinsentido, inclasificable en el espectro político, el eje“Izquierda vs. Derecha”, porque no es lógico; y “clasificar”es ubicar un punto dentro de un orden, que es racional por definición. Pero estos “anarquistas de libre mercado” agitan con temas ruidosos como “libre porte de armas”, algo legítimo, pero no sustituto del Gobierno limitado. Temas que no interesan al grueso de la gente real, estresada por problemas reales: inseguridad, desempleo, bajos ingresos, servicios públicos deficientes porque deberían ser privatizados y desregulados, aunque la mayoría no lo sabe, porque ha comprado los “relatos” de la izquierda, o los ha heredado de sus padres y abuelos.

(iii) Otros dos: “monarquía”, sueño húmedo de algunos sedicentes “conservadores”, enemigos declarados de la democracia. Mira: un buen conservador es seguidor de las buenas tradiciones, pero bien sabe que la monarquía es una tradición política en países de Europa y Asia, y en todas lasAméricas, de norte a sur, de esa tradición no hay ni vestigio siquiera para conservar. “¡Pena de muerte!” como panacea universal, única solución, aplicable a lo que más te desagrade, bastante caprichosa y subjetivamente, sin pensar mucho. Hoy en día, los primeros a condenar, fusilar o ahorcar seríamos los más odiados: “los políticos”.

(iv) El marxismo “liberal” de algunos “influencers” también es incongruente: pocas consignas de libre mercado, junto a feroces ataques a la familia y la religión, con lo propio de la ideología de género: aborto, “matrimonio igualitario”, adopciones “homoparentales”, pedofilia, y demás.

Karl Marx, Engels, Lenin y sus seguidores fueron congruentes: bien sabían que el capitalismo no funciona sin instituciones, y las instituciones no funcionan sin las premisas, códigos y valores clásicos de inspiración judeocristiana. Cierto que el “Che” fusilaba a los homosexuales; pero esa fue otra de sus inconsistencias respecto de la ortodoxia marxista de más rancia estirpe (las feministas radicales Laura y Eleanor Marx, ambas hijas de Karl), las cuales le valieron su destierro de Cuba, y que hoy se encarga de “rectificar” Mariela Castro, hija de Fidel, empujando la agenda LGBTI, en la isla y en el resto de Latinoamérica.

Hace tiempo, fundamos el Centro de Liberalismo Clásico, dedicado a su defensa, pinchando globos muy populares entre sedicentes liberales. Buscamos liberar al liberalismo de las múltiples ataduras, muchas veces dispares y otras veces convergentes, tanto de los “libertarios” como de los “Neos”, los “Paleos”, los “minarquistas” y demás excentricidades de salón, promovidas por autores publicados y consagrados, pero despistados en muchos asuntos. La nuestra es una defensa activa, con programa de acción política, y su Hoja de Ruta para la transición al capitalismo liberal, adoptado por el Foro Liberal de América Latina: la Gran Devolución mediante las Cinco Reformas. Capitalismo para todos; y con la verdad por delante.

​​​​​​IV

(14) “La religión es el problema”. Como las anteriores, esta madeja está muy enredada. Muchos ateos (pero no todos) son marxistas culturales, algunos sin saberlo. Para ellos, “Estado laico” no es separado de la religión, al estilo constitucional de los fundadores de EE.UU., sino “Estado anticristiano”, con todas sus implicaciones, desalojando el cristianismo del espacio público por la fuerza.

Lo curioso y terrible es que coinciden con “cristianos”, evangélicos principalmente, que por propia voluntad abandonan el espacio público, tras una militante y suicida antipolítica (con excepción de la ciega apología del Estado de Israel, que toman por el pueblo de la Biblia). Queda un vacío, que ocupan otros “cristianos” de izquierda, los “teólogos” del marxismo clásico, católicos casi todos; y los marxistas culturales, del protestantismo histórico en su mayor número. ¡Tremendo embrollo!

Para colmo, casi todas las iglesias cristianas, de los diversos credos y confesiones, están muy sectaristas, y en vez de ayudar a cambiar el sistema anticristiano que nos oprime y esclaviza, empobrece y embrutece, quieren cambiar la religión de su pariente, amigo o vecino. Imaginan que los problemas nacionales se van a resolver cuando todo el país entero, y con sus autoridades, se convierta a su religión. Como decir: “es que primero hay que cambiar la religión”. O sea: “TU religión es el problema; ¡cámbiate a la mía, que es mejor!” La demanda se suele acompañar de unas ostentosas manifestaciones públicas de devoción externa, que recuerdan mucho a la “apariencia de piedad”, que dice el Apóstol Pablo (2 Timoteo 3.5)

Hace unos años, fundamos la Academia Cristiana de Ciencias Políticas, con católicos y no católicos muy bien equipados de lecturas, para desenredar el ovillo, tirando de muchos hilos enmarañados, despejando confusión multiforme, y aclarando malentendidos a granel. Pinchando muchos globos que hay en casi todas las Iglesias (como el terror al “ecumenismo”), devenidos del “antinomianismo” y del “antiintelectualismo”, que andan de la mano: el uno es el desprecio por la Ley de Dios; el otro es el desprecio por la inteligencia y la razón, que sirven de apoyo para entenderla.¡Que Dios nos ayude!

(15) ¿Dios está en control? Claro que sí; pero para muchos, es pretexto para no hacer nada. Si hay arrepentimiento, Dios obra directamente, o por medio de sus agentes en el mundo, sanando a personas como a naciones, a través de los médicos, y de los políticos cristianos, de los cuales sobran ejemplos en la historia, no actuales, por desgracia. Larga y brillante fila de reyes, emperadores y presidentes, políticos, expandiendo Su Reino en la tierra, sin violencia ni sectarismos, con aptitud, actitud y eficacia.

Urge reivindicar la política y los políticos, los partidos y la democracia representativa. Nada de eso hay ya: la política desapareció; los políticos serios estamos desempleados; no hay partidos “completos” a la antigua (ideológicos, programáticos, representativos y electorales); y la democracia es farsa. Preguntas: ¿estamos mejor? ¿qué hay en reemplazo? Irracionalidad, inquina, odio y violencia, barbarie en todas sus formas, querellas y trifulcas, nada de convivencia. Y crujen hasta los cimientos de la civilización misma. Pero pocos lo ven, por los globos para tapar lo importante, como “¡esto es urgente!”, y es una nimiedad; o “mi país es diferente”, y todos tienen las mismas plagas, producto de las mismas leyes.

​​​​​​V

Pero seamos optimistas: hoy se da una curiosa paradoja, que encierra una excelente oportunidad, como casi todas las paradojas. Y es esta: por un lado, los temas que reciben más atención de la prensa y en las redes sociales, son de interés sólo para minorías. Dos minorías: (i) rentados del marxismo clásico: todos los politiqueros, burócratas, asesores y otros entes presupuestívoros de oficinas “públicas” y empresas del Estado, denunciando “casos de corrupción y fraude”; (ii) rentados del marxismo cultural: agitadores gozando las mieles de las ONGs, actuando “performances” en manifestaciones con destrozos, gritando y “grafitteando” los rubros “políticamente correctos”.

Por otro lado, amplias mayorías de gente común y corriente soportan padecimientos que reciben poca atención de los “actores”: riesgo de asalto callejero, y muerte; falta de empleo; dinero que no alcanza; vialidad deficiente, e igual servicios de luz, agua, gas, teléfono e Internet; educación y atención médica insufribles (estatales) o impagables(privadas), así como previsión para la vejez. Todas las “soluciones” demagógicas les fallaron. No se sienten políticamente representadas, porque no lo están.

Pero están muy atribulados y cargados, desesperados, estresados, porque este sistema nos somete a la exigencia de esfuerzos extraordinarios. La familia promedio de clase media o popular debe reunir dos o tres fuentes de ingresos, y eso tiene costos, medidos en tiempos disponibles para relajarse, informarse debidamente y reflexionar.

¿Y la oportunidad? Es para tratar esos temas, y las soluciones reales, una vez pinchados los globos, y obtener la representación cabal de la mayoría silenciosa. Para“devolver” funciones, libertades y recursos usurpados, estableciendo las condiciones para la seguridad, empleo, prosperidad, riqueza, oportunidades y bienestar. Esa es la parte sencilla.

Tal vez me digas: “no tengo vocación para la política”. Entiendo, pero no nos desprecies a los que sí tenemos, y queremos redimirla; no nos descalifiques. Quizá me digas: “no tengo tiempo, por mi empleo, negocio, estudio, mis hijos, o mi iglesia”. Te tengo una noticia: si las izquierdas terminan de aplastarnos, no vas a tener empleo ni negocio, ni chance de graduarte; ni tendrás a tus hijos, porque serán del Estado, mucho menos Iglesia. Si sobrevives, tal vez tiempo te sobre, cuando ya sea tarde.

Recuerda ahora por favor lo que explicamos al principio de este escrito, sobre la desesperación, los globos, y el sentido común que todos tenemos (por eso se llama “común”), aunque el estrés nos impide su uso, la mayor parte de las veces. Porque lo trabajoso es desinflarles previamente sus globos a los tercos que se resisten a desaprender, como primero y necesario paso.

Pero una vez desinflados, y ya recuperado plenamente el uso del sentido común, la gente puede otra vez captar fielmente la realidad, si uno es generoso y se da tiempo para mostrarla y explicarla, y si el oyente puede seguir relajado y distendido, y se da tiempo para ser receptivo, y no ser hostil o indiferente. Para dejarse enseñar, a fin de informarse antes de opinar. Después de eso, ya lo que sigue es mucho menos difícil, amigos. Muchas gracias y perdón por lo extenso, ¡pero sigamos en contacto!

San Juan del Río, México, 19 de julio de 2020

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