“¿En qué país se aplicaron las Cinco Reformas?” es la pregunta que nos llueve repetidamente desde que empezamos el Movimiento. La pregunta está mal planteada. Las reformas de fondo para el “tránsito” del socialismo al capitalismo se aplicaron en todos los países ex comunistas del globo: los “tigres” asiáticos, los países de Europa Central y Oriental, los “leones africanos”, y hasta en el sur de la China roja.
La suma de todas esas experiencias dio lugar a la “Transitología”, una rama interdisciplinaria en Ciencias Sociales que estudia dónde y cómo se aplicaron esas reformas estructurales, que en esencia consisten en poner al Gobierno en su lugar (en sus funciones propias), privatizar, desregular, y abrir los mercados a la libre competencia, tanto en la economía como en la educación, salud, jubilaciones y pensiones, etc.
Esas transiciones recibieron distintos nombres: “Plan de Transformación”, “Agenda Nacional”; “Programa de Recuperación”, “Camino hacia la Prosperidad”, y así por el estilo. Lo que hicimos nosotros fue sintetizar lo que tenían en común, bajo las etiquetas de las “Cinco Reformas” y “La Gran Devolución”. Y añadimos las “Reformas Particulares”, que cada entidad privada podrá realizar en su casa, negocio, escuela, iglesia, club deportivo o vecindario, habiendo seguridad, prosperidad y paz, y contando con libertades y recursos, a fin de: (i) mejorar notablemente su situación individual y familiar; (ii) combatir el marxismo cultural con y por sus propios medios. Esa fórmula, con todos los “accesorios” que desarrollamos, es para nuestros países; pero aún no se ha aplicado en ninguno, porque no se conocen masivamente, y así no hay apoyo suficiente.
Entre los principales elementos en común que estudiamos en todo el globo, hallamos estos, en los casos exitosos: que las reformas (i) fueron propuestas, impulsadas, ejecutadas, propagandizadas y defendidas por partidos o movimientos políticos de derecha del tipo “fusionista”, liberal pero a la vez conservadora; (ii) se hicieron de modo simultáneo, no separadas (una primero y otra para después, ese “gradualismo” que no sirve); (iii) por fin, aunque de enorme trascendencia: las propuestas fueron positivas, afirmativas; es decir que esas derechas tomaron la iniciativa, y pusieron sus reformas en la mesa de discusión, como agenda pública, para su aceptación; y no se limitaron meramente a seguir “reaccionando” a las dañinas iniciativas de la izquierda. No fueron derechas sólo “reaccionarias”, sino más bien “accionarias”.
Eso somos, la “derecha no convencional”; entendiendo por “convencional” la que hoy predomina, que es “reaccionaria”. Tome en cuenta que: (i) la Derecha es orden, justicia, y libertad; y en esa secuencia, pues no hay libertad sin justicia, ni justicia sin orden. (ii) Izquierda es todo lo contrario: desorden, injusticia, y opresión. (iii) No son opciones simétricas, como pescado y pollo; sino que son asimétricas, como comida y veneno, vida y muerte. (iv) Y si Ud. es cristiano, la Biblia nos trae un claro mandato, “¡Elige pues la vida!” (Deuteronomio 30:19). No se puede ser “cristiano” y de izquierda; tampoco ser “cristiano” e indiferente.
¿Por qué triunfa la izquierda? La razón de más peso: quien pone un tema en el tablero, ya medio gana la partida. El juego político es desparejo, porque desde hace más de 100 años casi siempre es la izquierda la que toma la iniciativa y avanza sus destructivas políticas: banco central, reforma agraria, expropiaciones de empresas, “la renta básica universal”, aborto, etc., edulcoradas con palabrerío bonito. La derecha en cambio, en el mejor de los casos, se limita a “reaccionar”, y no siempre con habilidad. Casi nunca toma la iniciativa; así acepta como dato la agenda puesta por las izquierdas, en plan de mera defensa, sin oponer sus políticas y propuestas, en plan de ataque, casi nunca. Así no va a ganar; a la larga sólo le cabe perder.
Tras estas necesarias aclaraciones, describamos esa derecha “reaccionaria”; de dos clases:
(1) Una es la “derecha mala”, de naturaleza política, muchas veces en estrecha alianza con la “izquierda blanda”, y aceptando mucho de marxismo cultural; y sus seguidores, los apoyadores del “mal menor”. No quieren, no pueden, o no saben hacer las reformas de fondo. (i) En unos casos ya eso ni es derecha; es el “centro”, una seudo-derecha, casi como de izquierda, tipo Uribe en Colombia, y Macri en Argentina. (ii) En otros es derecha cobarde, como Kuczynski en Perú, y Piñera en Chile. (iii) Hay otros casos de derecha no mala, pero sí muy torpe y desprolija, al punto de casi total inoperancia, como Bolsonaro en Brasil. (iv) O una derecha muy confundida, como Lacalle Pou en Uruguay.
(2) Otra es la derecha “millennial”, seguidora de los divos y divas de Youtube que llaman “influencers”. Son apolíticos, y no pocos son antipolíticos decididos, y declarados anarquistas. Esas figuras estridentes y mediáticas viven peleando entre sí. Porque: (i) algunas de ellas son “liberprogres”, o sea libre mercado, pero marxistas culturales: defensa del aborto, y toda la agenda LGBTI, etc., y en ese punto son como las izquierdas. (ii) Otras son “conservadoras”, o sea contra el marxismo cultural y la ideología de género, pero ni una palabra dicen al público sobre el marxismo clásico, el estatismo, el tipo y la necesidad apremiante de reformas de fondo, estructurales; casi ni mención. Y en ese punto, son como la derecha mala.
¿Qué tienen en común? Unos son politiqueros y los otros no; pero todos confunden y desorientan: son “demagógicos”, cada cual a su modo. Lo más grave: son “reaccionarios”, sin propuesta seria y sistemática alguna, afirmativa y eficaz, para materializar los cambios necesarios y urgentes a fin de erradicar los problemas reales y dolorosos que afligen a la gente común y corriente: crimen sin control, injusticia en la “justicia”, deficiencias en infraestructura y servicios públicos. Porque esas propuestas sólo las tenemos nosotros, los del Movimiento Cinco Reformas, con su “Hoja de Ruta”. Y sólo nosotros; no lo olvide. Y de su apoyo o falta de apoyo de Ud., depende que lleguemos o no al poder en nuestros países. Espero ser claro.
De las dos categorías de la derecha reaccionaria, la segunda es menos importante, por ser menos relevante. La primera hace más daño, porque ha estado o está en el poder actualmente: es o ha sido “oficialismo” en algunos países. O está como oposición “oficial” en los países gobernados ahora por las izquierdas de cualquier tonalidad, como Venezuela, Ecuador, El Salvador o Nicaragua. Y lo peor: (i) si la derecha mala es gobierno, caso Chile, la izquierda le demuestra que puede gobernar desde la oposición, y toma la iniciativa para fijar agenda, en control de su bancada parlamentaria, la burocracia, la “justicia”, la cultura y la educación, la prensa, la calle, y las iglesias en muchos casos. (ii) si la izquierda es gobierno, caso México, la derecha mala no sirve como oposición: es pasiva, abúlica e incompetente.
Otro ejemplo ilustrativo, para terminar este artículo: Bolivia. La derecha reaccionaria le dio a Evo Morales un golpe de Estado, el 10 de noviembre de 2019: el alto mando militar, abiertamente y por la tele, le “sugirió” (¿?) renunciar al presidente. La policía se acopló. Y luego forzó las renuncias del Vice y de las cabezas de los dos cuerpos parlamentarios, para sentar en el trono a una ex presentadora de TV.
Y vemos cosas como estas: (i) el ministro de gobierno es un socialista disfrazado de derechista, y con el pretexto del Covid, pretende estatizar las clínicas y empresas privadas de salud, y controlar precios de medicamentos; (ii) la derecha reaccionaria, en ambas ramas, se limita a “reaccionar”; (iii) pero antes de eso, en diciembre, el ministro de economía, Wilfredo Rojo, “accionó”: lanzó la iniciativa de privatizar la telefónica y otros entes estatales, como la petrolera. Fue “accionario”, pero sin un partido que apoyara esta política, en mayo de este año fue eyectado de su puesto. En un mismo país, y un mismo gobierno y gabinete, tres ejemplos claros de lo que debemos ver, saber y entender.
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San Juan del Río, México, 26 de julio de 2020
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