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¿NOS LLEVAN A UNA SEGUNDA “DÉCADA PROGRESISTA”?

Según los números del FMI, en la década que finaliza este año 2020 en América Latina el crecimiento anual promedio fue de apenas 2%; por debajo de los países emergentes de Asia (7%) y África (4%).

Este pobre desempeño resulta de una década de gobiernos de izquierdas; o de la “derecha mala”: la que no sabe, no quiere o no puede hacer las grandes reformas estructurales: privatizar, desregular y abrir los mercados a la competencia. Tales son los cambios de fondo que abren las compuertas a la prosperidad y bienestar, como sucede en aquellos países emergentes, los “tigres” asiáticos y “leones” africanos.


Desde los ’80, esos países del ex Tercer Mundo siguen la misma receta que los de Europa occidental en los ’50, cuando se libraron del socialismo nazista y fascista de los camisas pardas y negras, para hacer sus “milagros” económicos; y los países de Europa central y oriental en los ’90, cuando se libraron del social-comunismo soviético de camisa roja, para hacer sus transiciones al libre mercado y a la democracia representativa. Receta inspirada, en ambas Europas, en los ideales clásicos de Occidente.

I

Lecciones en todos estos casos: (a) el progreso económico se debe a cambios estructurales de signo liberal: reformas radicales desestatizadoras y antimonopolistas son las que generan éxitos productivos y comerciales; (b) los cambios se deben a partidos políticos idóneos y fuertes, de la derecha “fusionista”, o sea liberal y conservadora, y líderes capacitados a la cabeza. (c) Marchas callejeras, huelgas y protestas, al estilo “democracia directa”, no logran nada por sí solas, si no hay esos buenos partidos con poder para organizarlas, con miras a victorias electorales que posibiliten concretar las reformas.


Economía de libre mercado y democracia representativa no son excluyentes por naturaleza, como nos dicen ciertos trasnochados. Sólo cuando no hay partidos eficientes de derecha liberal, o son muy débiles, la democracia se deforma y nos conduce a la izquierda. Las prohibiciones, inhabilitaciones, proscripciones y cárceles tampoco funcionan contra ellas: tras la II Guerra Mundial varios países europeos prohibieron los partidos nazis, y tras el fin del Muro berlinés, también prohibieron los partidos comunistas; pero al poco tiempo después, los respectivos partidos neonazis y neocomunistas florecieron, ¡y como hongos!


La izquierda no sale con otra izquierda, sino con la derecha. Cuba y Venezuela siguen como están porque en ambos casos la oposición no es liberal, es socialdemócrata y por tanto inoperante: el mal no se combate con el “mal menor” sino con el bien. Otra de las estrategias que no sirven es la de “mostrar las heridas”: bullas mediáticas denunciando golpes y moretones con fotos sangrientas para dar lástima; eso hacen los anticastristas desde hace 70 años, y los antichavistas desde hace 20 años; y no pasa nada.


América Latina sigue cuesta abajo; no hay derecha fusionista, por eso no hay reformas ni mejoras. No hay “pumas” latinoamericanos, porque sólo hay izquierdas, de todos los pelos y colores; y las derechas, son de las malas. Con caudillos y caudillitos, algunos más hábiles, otros más mediocres, ¡y en grados extremos! Por lo tanto, no deberían sorprendernos los números bajos, pobres, grises y tristes. Más adelante vamos a ver más números de otros indicadores, muy ilustrativos pero muy alarmantes.

Somos la otra derecha; la derecha buena. Hacemos partidos completos; o sea, de cuatro dimensiones: ideológicos, programáticos, representativos, y electorales. Esto significa que nuestros partidos: (a) Son agentes de cambio cultural y no solamente político y económico. (b) Con el programa de gobierno eficaz y conducente, y el proyecto viable, creíble y atractivo. (c) Aspiramos a representar los legítimos intereses privados de los diferentes segmentos de la “mayoría silenciosa”, constituida por toda aquella gente común y corriente, de trabajo y familia; y asimismo el interés público general. (d) Queremos tener capacidad de ganar elecciones con campañas inteligentes y creativas; y si los gobiernos abusivos pretenden torcer la voluntad popular mediante fraude, también capacidad de presionar soluciones negociadas favorables.


No es algo inédito: así ha sucedido en muchos de los países que hemos citado, europeos, asiáticos y africanos, de los cuales hemos aprendido. Porque estamos bien informados y documentados.


¿Son nuestras ideas de “ultraderecha”? En cierto modo; pero sin caer en trampas: nazismo y fascismo no son derechas sino izquierdas. Anarquía tampoco es derecha, pese a lo que alegan los “anarcocapitalistas”, por cuanto el caos y el desorden no son de derecha.


II

La tradición del pensamiento occidental, inspirada en la herencia judeocristiana, adhiere a un plexo o complejo de valores: orden, justicia, y libertad, en un clima de respeto y amor a la verdad. Sólo si la verdad impera, puede haber un orden social con derechos y libertades civiles, religiosas, económicas y políticas. Republicano y con economía “de mercado”. Porque sin orden no hay justicia; y sin justicia no hay libertad. Por eso lo primero que hacen todos sus enemigos, es negar, pisotear y aplastar la verdad.


En el pasado siglo XIX, con la Ilustración, el darwinismo y el marxismo, irrumpieron ideas absolutistas, intolerantes y estatistas, totalmente contrarias a esa tradición. Llamaron “capitalismo” a la economía de mercado libre; llamaron “derecha” a la tradición clásica, y se autodenominaron “izquierdas”. Sin respeto a la verdad, engañaron a las masas con promesas fantasiosas, y con mentiras, violencia, o ambos medios, tomaron el poder. Impusieron lo contrario a la derecha: desorden, injusticia y opresión. Esos son los orígenes de los términos derecha e izquierda, que todos usamos, a falta de otros mejores.


(1) El llamado liberalismo clásico es la mejor expresión de la derecha. Se apoya en tres premisas, sus “tres pilares”: gobierno limitado, mercados libres, y propiedad privada; es la derecha buena.


(2) Derechas malas son las estatistas y antiliberales, como las que en la economía se inspiran en el mercantilismo y “proteccionismo” corporativistas; o como las religiosas que aspiran a una “religión de estado”, y/o a un monopolio educativo otorgado por el estado, no a la educación privada.


(3) La izquierda se inspira en el marxismo. (a) “Clásico” es el marxismo de los 10 puntos del Manifiesto Comunista de 1848: estatización del agro, la industria, la banca y el dinero, el comercio y la educación; objetivos que ya están vigentes desde hace muchos años, inscritos en todas nuestras constituciones y leyes. (b) “Cultural” es el que hoy, desde el poder, impulsa sus cuatro “jinetes”: la ideología de género, el ambientalismo “eco-rójico”, el racismo antiblanco, y el relativismo “posmodernista”.


(4) Las izquierdas se distinguen sólo por los medios que usan: así las “duras” usan medios subversivos y violentos, como los bolcheviques, nazistas y fascistas; y las “blandas” emplean medios menos violentos y más “moderados”, como los fabianos, socialdemócratas, y socialistas “cristianos”. Y las autocracias de izquierda no son dictaduras sino tiranías; es un error llamar “dictaduras” a las de Cuba y Venezuela.


(5) “Dictaduras” militares anticomunistas tuvimos en el siglo XX, con sus golpes de estado y sus gobiernos de facto, cuando la Guerra Fría. Pero sólo en Chile, Pinochet hizo reformas de fondo; no así los demás. Sin embargo, aquellos tiempos pasaron; ya no hay ese tipo de militares. Así que sólo queda votar.


Y la gente sólo puede votar por lo que está en el menú: los platos presentes en la carta, de derecha e izquierda. Nadie vota por lo que no hay; no se puede. Vota por la derecha que hay, la que sea, cuando se cansa de la izquierda; y vota por la izquierda que hay, la que sea, cuando se cansa de la derecha: es “la ley del péndulo”, y siempre se cumple. Es un ciclo, con unas fases de izquierda y otras de derecha.


Candidatos y partidos ahora no usan distintivos ideológicos para identificarse: las consignas y discursos confusos, ambiguos y equívocos, muchas veces con la engañosa etiqueta de “centro”, son desinformativos, y entorpecen la elección popular. Pero no por ello dejan de verificarse el péndulo y sus oscilaciones, de un lado al otro lado, y al tiempo vuelta al mismo lado. Si el liberalismo clásico no está en el menú, obviamente no se puede votar por sus partidos, propuestas y candidatos, porque no los hay.


¿Qué pasa en América Latina? Que seguimos a merced del castrochavismo o peronismo, nuestras variantes regionales específicas del socialismo, porque la derecha liberal conservadora no encuentra espacio político para hacer los cambios de fondo, capaces de generar riqueza, prosperidad y bienestar: únicos antídotos eficaces contra todas las izquierdas, que culpabiliza siempre a un “capitalismo” que aquí no existe, por la pobreza, estrechez y malestar reinantes.


III

El socialismo entró aquí muy temprano, por México, con la Revolución de 1910, y la Constitución de 1917; y por Argentina, con la “Reforma Universitaria” de 1918. Desde aquel entonces, hace más de 100 años, las ideas supuestamente “sociales” se fueron infiltrando en las leyes y constituciones, con partidos que no eran de izquierdas, nominalmente. Y en la prensa y en la educación, las artes (literatura, cine, música), incluso en las iglesias. Según la Biblia, una cultura se crea, se cambia, se asume o se corrompe en tres generaciones: padres, hijos, nietos; y la cultura socialista ya lleva entre nosotros cinco generaciones.


En sus comienzos, los partidos socialistas y comunistas funcionaron eficazmente como clandestinos, casi mejor que al ser legales, unos años después; porque siempre navegan sumergidos y van embozados, detrás de sus “organizaciones de fachada”, como Lenin las llamó. Por eso es mejor tenerlos en la superficie que en la clandestinidad.


(1) En los años 1943, 1952, y 1959, fueron las “revoluciones” en Argentina, Bolivia y Cuba, que nos dejaron respectivamente el peronismo, el MNR, y el castrismo. Y sus congéneres en los otros países. En Chile hubo una república socialista en 1932, aunque efímera; y en 1964 ganó la presidencia Eduardo Frei, y desde Santiago, el socialismo “cristiano” comenzó a difundirse con fuerza.


(2) Desde los ’70 y en los ’80 tuvimos guerrillas marxistas, gobiernos comunistas, socialistas populistas y socialdemócratas. Por aquel entonces tuvimos gobiernos militares de derecha mala, pero también de las izquierdas en gorra y uniforme, como fueron los de Velazco Alvarado en Perú, Omar Torrijos en Panamá, Juan José Torres en Bolivia, y Guillermo Rodríguez Lara en Ecuador (Chávez no fue el primero, y algunos tenemos memoria). Por todos estos desastres, fue la “década perdida”.


(3) Por aquellos desastres, en la década de los ’90 tuvimos gobiernos “neoliberales”, con la cartilla del “Consenso de Washington”. Por ejemplo, “los tres Carlos”: Carlos Salinas de Gortari en México; Carlos Andrés Pérez en Venezuela; y Carlos Saúl Menem en Argentina. Y sus equivalentes en los otros países. Pero las pequeñas reformas causaron decepción, pues no trajeron todo el bienestar esperado.


(4) En el primer decenio del siglo XXI se votó por la izquierda. Y fue la “década progresista”, con Hugo Chávez primero, al que siguieron Lula Da Silva, Michelle Bachelet, el Obispo Fernando Lugo, los Kirchner, Rafael Correa, Evo Morales Ayma, Pepe Mujica; y sus congéneres y sucesores. El Foro de Sao Paulo y la UNASUR. Otro desastre; y muy visible para todos en el dramático caso de Venezuela.

(5) En el segundo decenio del siglo XXI se votó por opciones de derecha mala, que tampoco hicieron las reformas, y por consecuencia tampoco hubo bienestar. Fracasaron Macri, Kuckzynski, Santos y Duque (los elegidos de Uribe), Piñera, y todos sus congéneres. La “Alianza del Pacífico” y PROSUR. Fueron aún más decepcionantes. Algunos como Jair Bolsonaro y Luis Lacalle Pou, están como presidentes todavía, pero tampoco hacen las reformas.


¿Qué sigue ahora? ¿Qué nos espera en el tercer decenio de nuestro siglo, comenzando en 2021, a poco más de un trimestre de distancia? Todo parece indicar que la ley del péndulo funcionará otra vez, y que se nos viene encima la segunda “década progresista”. Ya tiene sus dos primeros caudillos, Andrés Manuel López Obrador en México, y Alberto Fernández en Argentina. En las dos puntas geográficas de la región. En Perú, parte de la izquierda está en el gobierno con Vizcarra, tras el golpe de estado contra Kuczynski. Los otros jefazos se preparan para el retorno, ya sea ellos mismos de nuevo, o con sus “reencarnaciones políticas”. Y la derecha mala es incapaz de resistir.


¿Qué pasa con las derechas malas? ¿Qué hacen? Recurren a las “chicanas” judiciales, alimentadas por la “histeria anticorrupción”, burdas variantes del ataque “ad hominem”, que creó la izquierda en la primera “década progresista”, cuando no tenía argumentos contra el “Neoliberalismo”; pero luego se les volvió en contra, como un “bumerang”, en manos de la derecha mala. Y recurren a otras artimañas sucias, como las “fake news”; o muy antidemocráticas, como las inhabilitaciones y proscripciones; o muy fantasiosas, como en Venezuela, soñando con invasiones extranjeras, alzamientos militares o “estallidos sociales”.


Señales claras de su condición: está perdida. No tiene argumentos ni proyecto. Y mucho me temo que, si además de verse perdida se desespera, y se deja llevar por el miedo, recurra a la violencia; sería lo peor que nos podría pasar. Y en ningún caso la salida no nos va a venir de los “influencers”, que son buenos para mostrar los daños y perjuicios de las izquierdas, pero no tienen ni quieren proyecto político alguno para sus países; sólo sus proyectos personales.


IV

En Chile, Sebastián Piñera está contra las cuerdas, y la izquierda muestra y enseña que no necesita ser gobierno para mandar y ejercer poder; eso lo aprendió de sus congéneres de Colombia, las FARC. Por eso, poco importa si el “rechazo” gana o pierde: las izquierdas tienen en sus manos muchas riendas del poder efectivo, que no dudan en emplear sin escrúpulo alguno; porque Piñera no ha hecho las reformas de fondo que reducirían ese poder efectivo. Algo similar pasa con los “liberales radicales” de EEUU; y por eso, poco importa si Donald Trump gana o pierde su reelección, por cuanto poco y nada efectivo hace para deshacer el estatismo salvaje del “Estado profundo”; se queda en la mera retórica.


Jair Bolsonaro y su ministro de economía Paulo Guédez, en Brasil, hicieron una excelente campaña electoral “fusionista”, pero no pasaron de una alianza electoral ganadora a un “gobierno de coalición” exitoso, porque no tienen un programa compacto y sólido como nuestras Cinco Reformas; y lo propio le sucede al presidente Lacalle Pou en Uruguay.


(1) Algunas veces las izquierdas retornan con los mismos caudillos: Daniel Ortega y su mujer regresaron al gobierno de Nicaragua luego de tres presidentes sucesivos de la derecha mala. Michelle Bachelet fue dos veces presidente de Chile. Cristina Kirchner regresó en Argentina como vicepresidenta; y en el Ecuador, Rafael Correa le copia la jugada. En Bolivia, el MAS, de Evo Morales, se prepara para el regreso, tras el golpe de estado de la derecha mala, aliada con la izquierda blanda como casi siempre.


(2) Otras veces vuelve con diferentes actores, distinto vestuario; pero el mismo libreto con los mismos papeles. En política sí hay reencarnación: surgen unos caudillos que son la exacta "reencarnación política" de otros anteriores, ya difuntos hace tiempo; pero lucen como "nuevos" porque aquí en estas tierras no hay memoria del pasado, ni siquiera el más reciente. Y pasa con partidos también: en Bolivia, el MAS es reencarnación del viejo MNR; y en México, en MORENA reencarna el antiguo PRI (quizá su espíritu pasó antes por el PRD); en Argentina el peronismo reencarna al yrigoyenismo, y éste al rosismo. Más atrás en el siglo XX, partidos de “centroderecha” y populistas de izquierda son respectivas reencarnaciones de conservadores y liberales del siglo XIX, que no fueron liberales clásicos sino “afrancesados” iluministas, masónicos y anticlericales; por eso sus herederos adhieren al aborto y a la ideología de género.


“Nihim novum sub sole”. Eclesiastés 1:9. “¿Qué fue? Lo mismo que será. ¿Qué se hizo? Lo mismo que se hará. Y nada hay nuevo bajo el sol.” La humana raza siempre reedita los mismos viejos pecados; lo que no excluye los pecados políticos de las naciones.


Pero la sentencia bíblica también vale para lo bueno; no estamos condenados a repetir siempre lo malo. Podríamos repetir lo bueno que se hizo en Europa, Asia y África: privatizar, desregular, y abrir todos los mercados a la competencia. Para eso necesitamos otra clase de actores, tanto líderes como partidos, con capacidad como para subir al escenario, y ser visibles. Ganar simpatías, apoyos y adherentes, ofreciendo la opción buena alternativa; y así ganar poder suficiente, y ejercer positiva influencia y autoridad.


Necesitamos cierto tiempo: la década que viene será para nosotros de oposición. Y si somos buenos en la oposición, podríamos ser gobierno; tal como fue David tras ser la oposición al Rey Saúl, un tema político, que por eso no suelen tratar los expositores bíblicos. (Sí en cambio los artistas, como en “Saúl y David”, ópera del compositor danés Carl Nielsen, basado en el Libro de Samuel). Para eso nos estamos formando, capacitando y entrenando para crecer, como lo hizo David en la cueva de Adulam, con el salmo 119 como programa político. (El dominicano Juan Bosch, ex presidente de izquierdas, en su previo exilio romano, 1956, escribió una obra excelente: “David biografía de un rey”).


Estamos forjando partidos políticos para ser agentes de cambio cultural, y de transformación política, económica y social, en toda la región. Otra solución no existe; y menos a corto plazo. Tenemos una “Hoja de Ruta” completa, con ocho pasos o etapas, y sus objetivos y metas inmediatas, intermedias y últimas.


¿Qué significa ser “buenos en la oposición”? Significa principalmente esto: hoy el cuadro político en los países es de “bipolarización”, entre un polo de izquierdas duras, y otro polo de derechas malas aliadas con socialdemócratas, “centristas” y otros inoperantes, que se dicen “el mal menor”. Ambos polos se turnan en posiciones de oficialismo y única oposición. (a) Primera, ardua y enorme tarea es “despolarizar” ese cuadro fatídico, romper esa dicotomía falsa entre dos polos que son casi lo mismo, afirmando nuestra identidad propia como tercer polo opositor liberal clásica o “segunda oposición” al oficialismo de turno, basados en nuestros identificadores y narrativas. (b) Segunda tarea, para luego: pasar a ser la primera oposición. Para todo eso necesitamos tu apoyo, estimado lector.


V

¿Y qué va a pasar si no logramos nuestros objetivos y metas? Lo siento, en ese tal caso las noticias pueden ser peores que malas; porque un cuerpo enfermo, individual o político, que no recibe la cura apropiada, no queda igual como está: todo empeora. Es la ley de la “entropía” social. Mira ahora en 10 trazos gruesos o “pinceladas”, cómo las cosas andan peor que antes: en las derechas, en las izquierdas, en la región, en el Vaticano, y en EEUU. Y de pasada, algunos números.


(1) Las derechas malas no aprendieron de la experiencia de los ’90. Aquella vez al menos tenían la guía del “Consenso de Washington”, y algunos de sus pasos iban en buena dirección, aunque tímidos y cortos; en este decenio que termina, ni si siquiera eso tuvieron. Antes hicieron poco; ahora no hicieron nada.


(2) Las izquierdas regresan peor que antes, en dos aspectos. (a) Por un lado, en la primera “década progresista” ya sumaron la ideología de género al “Estado Benefactor” (Welfare State) del marxismo clásico; ahora sólo la refuerzan. (b) Por otro lado, con el Covid 19 suman todos los miedos aterradores del nuevo absolutismo “científico” del Estado médico-terapeuta, con más limitaciones, más impuestos y más pobreza. Decretan prohibiciones y restricciones para “salvarnos” de “la pandemia”, como del alcoholismo y el tabaquismo, el DDT y los pesticidas, los transgénicos, el glifosato, el cambio climático, grasas animales saturadas en la mantequilla, el queso, la leche entera, el helado, la crema y las carnes. Sin olvidarnos las antenas 5 G y otras supuestas terribles calamidades que nos dicen contrarias a la salud. Es el “Estado Salvador” (Saviour State); no se apoya sólo en el “buenísimo” dadivoso, distributivo y educador de la “justicia social” y la “igualdad”; ahora agrega el miedo, el pavor.


La propaganda aterrorizante, al igual que la histeria anticorrupción y el “lawfare”, los “realities”, horror stories y otros entretenimientos, sirve también como cortina de humo para ocultar los problemas reales, sus causas verdaderas y sus soluciones genuinas. Te ponen a discutir sobre tal o cual corrupto X o Z; o sobre el queso, azúcar refinada, el yogur y la margarina, no sea que te atrevas a hablar de privatizar la economía o la educación, y menos de abolir los impuestos injustos.


(3) Al incrementarse las funciones del Estado con los más diversos pretextos, aumentan los gastos fiscales; y por consiguiente la carga de los impuestos. El estudio “Estadísticas Tributarias en América Latina y el Caribe 2020”, del BID y la OCDE, reveló que los ingresos fiscales en la región alcanzaron en 2018 un promedio del 23% del producto interior bruto (PIB), el nivel más alto jamás registrado.


(4) No satisfecha la voracidad estatista, hay cada vez más endeudamiento público: según el FMI, va a crecer este año 2020 en más de 10%: de 70,6% del PIB en el 2019, a un 81,5%; casi equivalente al total de la producción en la región. Los pagos por intereses adeudados sobrecargan el presupuesto de gastos. Y hay también un importante aumento en el déficit fiscal: el desbalance crecería al 10,3% de la economía, un brusco salto a más del doble del 4% promedio para 2019.


(5) ¿Por qué nos exigen tanto dinero? Porque la primera “década progresista” contó con el favorable viento de cola de las alzas en los precios de materias primas para exportación, desde 2002, sostenido hasta 2008, seguido de una caída brusca. (Curiosamente, otra alza transitoria, iniciada en 2010, ayudó a las derechas malas, pero menos duradera). Y no son auspiciosas las previsiones para lo que sigue. Todo esto puedes ver en “Diálogo a fondo”, el Blog del FMI sobre temas económicos de América latina.


(6) Aquí y en países pobres del mundo que no han hecho las reformas liberales, millones de familias pobres son además “familias rotas”: subsisten gracias a un miembro que tiene empleo en el exterior y envía remesas de dinero regularmente. Pero en sus países de residencia, los gobiernos han detenido o revertido las reformas: así su economía se resiente, sus empleos desaparecen, y con ellos las remesas.


Por eso el informe sobre Migración y Desarrollo del Banco Mundial en 2017 detalla que las remesas se redujeron en 2016 por segundo año consecutivo, algo que no se veía desde tres décadas atrás. Y para colmo de males, en los países de América Latina que han recibido inmigración masiva, se despiertan las xenofobias, hasta ahora inexistentes, o dormidas.


(7) Cínicamente, la UNODOC, Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito, en un estudio global, concluye que América latina es la región del mundo más azotada por crímenes violentos relacionados en gran parte con el tráfico de drogas al por mayor y al por menor; pero no apunta a las causas reales: la “Guerra Antidrogas”, unida a la falta de oportunidades por la negativa a las reformas liberales.


(8) Tienen las izquierdas tres grandes suprapartidos internacionales (ver mi artículo “Los jóvenes y el mercado común”); ahora sumaron la “Internacional Progresista”, creada por Bernie Sanders.


(9) En la “década progresista” de antes, las izquierdas tuvieron a Fidel y a Chávez como caudillos regionales, proyectados al mundo entero. Ahora en ese rol tienen a Francisco, nada menos, el Papa argentino, abanderado de todos los marxistas cristianos del mundo, con “buena voluntad” para la Agenda LGBTIQ+, a diferencia del Che Guevara. Y sin los aspectos objetables de Díaz-Canel o del más incómodo Nicolás Maduro.


(10) La torpe y ciega “guerra a la droga” desde Washington no afloja, y por tanto se estrechan los lazos entre los capos narcos cada vez más ricos, y los caudillos de izquierdas cada vez más poderosos.


Por otra parte, en EEUU, desde los atentados del 11 de setiembre, George Bush y los “Neocons” (que son la derecha mala del país), también meten mucho miedo con la “guerra contra el terrorismo”, para suprimir o recortar libertades, y seguir con el Warfare State o “Estado Guerrero”. Y Trump no ayuda: le hace una infeliz guerra comercial a China con el pretexto del “virus”; impone por doquier “sanciones” inefectivas y contraproducentes; y crea a los venezolanos expectativas falsas sobre una “invasión” para la cual no tiene piso político interno ni externo. Daniel Larison, analista de política exterior muy crítico del "sancionismo" de la Casa Blanca, acaba de publicar sobre Venezuela otro de sus excelentes artículos en The American Conservative: The U.S. Needs To Abandon Its Dead-End Venezuela Policy. Las “sanciones” poco daño le hacen a la tiranía, explica, más bien le dan un pretexto; y le ponen la vida aún más dura a la gente de la calle que podría apoyar a líderes emergentes, de una oposición más efectiva.


VI

El sistema social-mercantilista que nos agobia está agotado: no aguanta más remiendos, parches ni zurcidos; ni siquiera pequeñas “reformitas”. Por ejemplo, hay quien propone "bajar el gasto fiscal, y reducir los impuestos". Muy bien, pero sin una enumeración clara y precisa de las funciones del estado (léase gobiernos), no se puede hacer ninguna de las dos cosas. Ese es quizá el primer y mayor defecto de la derecha mala.


La tradición occidental republicana le asigna tres funciones propias específicas al gobierno civil o político de un país, que hoy llamamos “estado”: seguridad, justicia, e infraestructura física. Nada más.


Para esos tres fines son los impuestos legítimos y justos; y todo gravamen que excede lo necesario para ellos, es injusto e ilegítimo. En particular, ese impuesto disfrazado que es la inflación de dinero, debida a la impresión de billetes sin freno. En esa línea de pensamiento, el presupuesto fiscal debe ser “limitado” y no sólo “equilibrado”. Y tampoco deben los gobiernos endeudarse, salvo en pocos y “limitados” casos; por ejemplo, en una guerra, que debe también ser una “guerra justa”.


Eso implica que el gobierno debe separarse de las iglesias y religiones: estado “laico”; pero no como estado anticristiano o antirreligioso, o en rebeldía contra la naturaleza de las cosas, decretando que hay “112 sexos” y hay “muchos tipos de familia”, etc. Pero también el gobierno debe separarse de la economía, la educación, la atención médica y las cajas previsionales de jubilaciones y pensiones. La experiencia nos muestra claramente los fracasos del estado-iglesia, como también del estado-administrador económico, del estado-educador, del estado-médico, y del estado-administrador de fondos pensionarios.


Y los países que se libraron de la opresión y esclavitud en Europa, Asia y África nos enseñan una “fórmula” para crear riqueza, prosperidad y bienestar, y de ese modo mantener a todas las izquierdas alejadas del poder, sin militarismos, proscripciones e inhabilitaciones. Es la fórmula de Cinco Reformas, que se pueden resumir en breves líneas y pocos minutos de lectura:


(1) Reforma en el gobierno y la política: devolver a la nación su soberanía nacional, tomando distancia de las Agencias de la ONU que dictan las leyes malas, estatistas, intervencionistas y socialistas. Devolver a los gobiernos sus tres genuinas funciones públicas, hoy secuestradas por distintas formas de corrupción. Devolver los partidos políticos a sus afiliados; porque hoy son las burocracias electorales las que asumen su dirección y su manejo interno, e impiden la formalización de partidos nuevos.


Y devolver también a los particulares sus funciones en economía, educación, atención médica y pensiones. En consecuencia: devolver a la gente las libertades conculcadas y los recursos usurpados con el pretexto de cumplir estas funciones. Implica:


(2) Reforma en la economía, el dinero y las actividades productivas y comerciales: devolver a la moneda su valor real, expresado en términos de oro y/o plata; y devolver a los agentes privados, o sea empresarios y trabajadores, ahorristas, capitalistas y consumidores, el control de sus negocios particulares, que hoy en día están secuestrados por las burocracias, sean “planificadoras”, sean “ejecutivas”, sean “controladoras”.


(3) Tres reformas sociales en la educación, la atención médica, y los sistemas de jubilaciones y pensiones: devolver estas actividades respectivamente a las comunidades educativas de enseñantes y alumnos; a los médicos, pacientes y familiares; y a los administradores privados de fondos de ahorro y previsión. Y tres series de bonos, tickets o “vouchers” para los más pobres, aportados por el estado transitoriamente a fin de pagar los tres servicios, en la entidad de su libérrima elección, privada o privatizada, en tanto salen de la pobreza con las dos primeras reformas. Bonos reembolsables en dinero a las entidades escogidas.

Las cinco reformas son para devolver a la gente todas las funciones, libertades y recursos que el estado ha ido usurpando. Contando además con la seguridad, la administración judicial, y las obras públicas de infraestructura física provistas por un sistema de Gobierno limitado, concentrado en esas funciones propias, así podrá hacer cada quien sus “reformas particulares”, las que desee. Para hacer realidad tus sueños individuales y familiares, sin tener que emigrar. Tú, lector, y las personas y empresas, entidades educativas, médicas, voluntarias, deportivas, de iglesia, las que sean. Es poder rehacer tus actividades, o iniciarlas: un jardín de infantes, una academia de baile o natación, una escuela para padres; un negocio cualquiera. O tomar un curso de piloto aéreo, de teatro, o de idiomas. Viajar, practicar algún deporte, o escribir la novela de tu vida. Estos son algunos de los sueños que nos cuentan quienes se acercan a nuestra causa. Pero no pueden realizarlos por falta de libertades y recursos. Y de tiempo libre.


VII

Eso es todo. Esa es la fórmula. Simple, sencilla y natural; y de probada eficacia. Para explicarla se requieren pocos minutos. Aunque para fundamentarla, respondiendo a las objeciones, muchas personas necesitan horas y días de estudio; pero es sólo porque las grandes mayorías tienen sus mentes llenas de muchos clichés estatistas y socialistas, e inhibidas sus capacidades para razonar con sentido común. Pero tenemos líderes bien capacitados para la tarea formativa.


Eso sí: vamos contra las corrientes de pensamiento hegemónicas. Desde hace 100 años, las izquierdas estatizaron las funciones económicas y educativas, según el “Manifiesto”: primero asignaron al estado funciones impropias; descuidando las propias: así nos dejaron sin seguridad, justicia ni obras públicas. Y luego de eso, con el pretexto de cumplirlas todas, asumieron poderes no compatibles con su naturaleza de “monopolio legal de la fuerza”, con lo cual nos quitaron libertades. Y nos decretaron también impuestos e inflaciones, y nos endeudaron, con lo cual extrajeron recursos dinerarios de nuestros bolsillos, y los de nuestros hijos y nietos, por adelantado. Lo siguen haciendo. Para hacernos “estado-dependientes”: sin libertades ni recursos.


Todos necesitamos desaprender ideas, conceptos y estrategias equivocadas que nos han metido en la cabeza, procedentes de la “antipolítica” y el odio a los partidos, por ejemplo: que los partidos son algo malo, o que “hay demasiados”. Eso decían Lenin, Mussolini y Hitler. Pero los partidos son a la democracia lo que las empresas al libre mercado; no sorprende así que aquellos tres fieros antiliberales fueron a la vez acérrimos enemigos de “la partidocracia”, como le llamaban, y de la economía libre.


O por otro ejemplo, el “anti-reeleccionismo”; no tiene sentido. Nosotros partimos de esta base: los gobernantes son empleados a nuestro servicio. Cuando tus empleados se portan mal, no les renuevas contrato a su vencimiento; caso contrario, les renuevas, y ya. Igual con los gobernantes; salvo caso de fraude electoral, pero ese es otro tema. Más ejemplos: los congresistas no nos dañan por lo que ganan (“¡ganan mucho!”), sino por lo que hacen: leyes malas. Los ministros tampoco “¡ganan mucho!”, sino que hay demasiados ministerios, y dadas las solas funciones propias del estado, en su mayor parte no justifican su existencia. Muchas personas se asombran y quedan boquiabiertas cuando nos oyen enseñar estas cosas; ¡pero es simple sentido común!


También aprendemos a no tener miedo. Nos dicen “¡Uds. son muy poquitos; ellos son muchos! ¡Uds. son David contra Goliath!” Mi amigo Artemio Estrella nos dice que ellos, los que mandan, no son muchos en realidad; son pocos, sólo que tienen nuestro dinero para pagar a muchos empleados. Tienen demasiada gente a su servicio, pero simples asalariados: no están allí como nosotros, por una causa, sino por una paga; y si levantamos cabeza, van a salir corriendo. Eso enseña Jesús en una de las más ilustrativas “parábolas del Reino”: la de los buenos y malos pastores, Juan capítulo 10.


Aprendemos a discernir con claridad, y juicio prudencial. Algunos creen que todo se resuelve con una panacea; por ejemplo, la pena de muerte, o el libre porte de armas, o liberalizar las drogas. Y se ponen monotemáticos. La pena capital en este sistema sería un arma de retaliación de unos politiqueros contra otros. Tener armas consigo es un derecho inalienable; pero no es un sustituto a la seguridad pública con policía eficaz, en el marco de un sistema de gobierno “fuerte pero limitado”, para usar la expresión de Mises. Despenalizar las drogas es solución apropiada; pero haciendo las Cinco Reformas, no antes.


En nuestras aulas de clase, todos aprendemos. Los “libertarios” que saben mucho de economía, aprenden algo de derecho, historia, política y filosofía, para sacudirse los anarquismos y/o prejuicios anticristianos. Los conservadores “provida” que no saben economía, aprenden que las leyes antieconómicas también van contra la vida, el matrimonio y la familia. Los “nacionalistas” aprenden que la nación no es lo mismo que el estado; y que no hay país fuerte sin economía fuerte, para lo cual debe ser libre y competitiva.

Los cristianos de toda denominación, católicos o no, y los estudiantes no creyentes, aprenden que: (a) el gobierno limitado está en la Biblia y en la historia cristiana; (b) deben separarse iglesia y estado, pero religión y política siempre andan juntas, sea para mal o sea para bien; (c) la teología “de la liberación” es un engaño de la izquierda, y la teología “de la prosperidad” es un engaño de la derecha mala; (d) no “es del César” todo lo que él dice que es suyo; (e) el Reino de Dios “no es de este mundo” porque se origina en lo Alto, pero sí es “para” este mundo, y (f) eso no implica imponer la “uniformidad religiosa” a toda la nación. Y también otras muchas enseñanzas.


Todos aprendemos a pelear la batalla cultural contra las culturas de izquierdas; pero también la “batalla mental”, a favor del sentido común, contra los miedos e insensateces, y contra la apatía: esa mentalidad que siempre espera que otros hagan las cosas necesarias.


VIII

A veces nos dicen: “Muy bien, las Cinco Reformas terminan con el marxismo clásico; pero ¿y el marxismo cultural?” Les decimos primero esto: si sus idiotas consignas fuesen verdaderas, ¿requerirían la fuerza del estado?

Aquellos “cuatro jinetes” del marxismo cultural se nos imponen hoy por la fuerza del estado, desde instituciones controladas, apoyadas y financiadas por el estado todopoderoso, y millonario con el dinero nuestro. Porque tienen el poder y los recursos; o sea: “la sartén por el mango”. Tienen mucho dinero, y mucho tiempo de sobra. Sus locas mentiras se imponen sólo por la fuerza y el dinero.


Las Cinco Reformas no van a imponer educación religiosa en “escuelas públicas”, ni una “teocracia estilo Irán”. Porque con libertades y recursos, tú mismo vas a estar “empoderado”. En poder de enfrentar las insensateces con iniciativas, emprendimientos, y las “reformas particulares” en nuestras escuelas, liceos y universidades, empresas, clubes, prensa, iglesias, vecindario, etc. Nuestras ideas, conceptos y valores son sanos, lógicos, veraces, ¡sentido común! No requieren fuerza para imponerse. Sólo hay que quitarles la fuerza y el dinero del estado a los propagadores de falsedades, y empoderar a la “mayoría silenciosa”.


Todos tendremos tiempo libre, lo cual hoy no pasa de simple anhelo muy preciado. Sin el exceso de trabajo y esfuerzo que soportamos para apenas sobrevivir con muy magros ingresos. Hoy se nos quita el recurso quizá más valioso, y que no es renovable: el tiempo disponible, en horas, días, años de nuestras existencias. El desperdicio de nuestras vidas, ¿no es lo más triste?


Así que, por último, muchísimas gracias por la gentileza y paciencia de haber llegado al final de este escrito, amable lector. Pero permíteme por favor una pregunta: ¿te duele o no te duele la pobreza, la miseria, el crimen, la injusticia, la ignorancia, la corrupción, la mediocridad ambiente y la descomposición generalizada en tu país, ante el futuro, que es tu futuro y el de los tuyos?


Si no te duele, entonces sigue en tu día a día, como siempre, como si nada pasara. Pero si te duele, entonces acepta nuestra invitación a cambiar las cosas, saliendo de tu “zona de confort”. Aparta algún tiempo para capacitarte y accionar. Y algo de dinero para contribuir, también. Comunícate con nosotros por las redes sociales. Llena tu ficha; y preparémonos todos juntos para el VI Foro Liberal de América Latina, en marzo 19 de 2021. Porque con tu valioso apoyo, vamos a avanzar con mayor fuerza, y en menos tiempo estaremos en condiciones de comenzar el camino a “La Gran Devolución”.


Algunos dicen “hay que hacer algo”. Pues no es así; porque se puede hacer “algo” inefectivo, tomar vías inconducentes, como marchar en alguna de las tantas protestas callejeras a que nos han acostumbrado, o perder el tiempo en Facebook o Twitter repitiendo siempre las mismas quejas y lamentos, o apoyando tal vez alguna salida falsa de la derecha mala, o halagando el ego de algún “influencer” de moda. Nosotros no somos “influencers”; somos líderes políticos con un proyecto eficaz. Deja esos negros túneles sin salida, como la “antipolítica”; no somos vulgares “politiqueros” estatistas, sino políticos decentes: no mentimos, no robamos, ni mandamos a matar a nadie. ¡Únete a este proyecto pues! ¿O esperas que sean “otros” quienes hagan las cosas que hay que hacer?


Si crees que unirte puede impedir realizar tus sueños, proyectos personales y reformas particulares en tu entorno inmediato, ya viste que es lo contrario: es el sistema, y la postergación de las cinco reformas de fondo a nivel de políticas públicas, lo que nos impide a todos concretar nuestras legítimas aspiraciones y anhelos personales, a nivel de nuestras políticas privadas.


(Eso sí: contacta con nosotros, los originales. Nuestro proyecto es tan único, tan especial, y tan bueno, que nos han salido muchos copiones e imitadores en algunos países. ¡No aceptes malas copias!)


¿Vas a decir “no tengo tiempo, porque estoy ocupado en mi trabajo, mi familia, mi negocio, mi educación o mi iglesia”? Mira esto: si las cosas no cambian para bien, lo harán para mal; y tal vez pronto tengas todo el tiempo para ti solo, pero sólo para hacer las colas (filas), como siempre en el comunismo más “avanzado”.


Porque te pueden dejar sin trabajo, sin familia, sin negocio, sin educación, y sin iglesia.


Tenemos que quitarles ese poder.


¡Hasta pronto amigos!


San Juan del Río, México, 28 de setiembre de 2020

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